10 de julio de 2017

NO BAJARON DE LOS CERROS A DEFENDER EL PROCESO BOLIVARIANO

Por Marat
El criminal Leopoldo López está ya en libertad. Lo de menos es que este hecho se haya producido por orden del Tribunal Supremo venezolano o por orden del Presidente Nicolás Maduro. Salvo la mayoría parlamentaria de la oposición fascista, la práctica totalidad de los órganos del país habían sido elegidos en su día por parte de la mayoría política bolivariana que se había sustentado en la voluntad transformadora de las clases populares.
El proceso hace mucho que se torció. Importa poco ponerle fechas y hechos concretos. Lejos de construirse auténticos órganos de democracia socialista, se recurrió a la demagogia. Las Comunas, como manifestación de dicho poder nunca fueron otra cosa que declaración de intenciones.
En las empresas, desde PDVSA (la petrolera estatal) hasta las controladas por el ejército, pasando por el Sistema Bolivariano de Comunicación e Información (SiBCI), adscrito al Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información, Minci, o por otras empresas públicas, no se instauró una democracia de base y control de los trabajadores sino una que se instaló una boliburguesía procedente, muchas veces, de sectores absolutamente opuestos a los intereses de las clases populares y que, a la vez que unían sus destinos a la burocracia del sistema político, conspiraban contra el propio proceso bolivariano. En su lugar, mucha manifestación de ardor político y mucha exaltación y culto a la personalidad del líder: algo muy distinto de lo que es la emancipación de los explotados y oprimidos que requieren participación, poder en la base y sentido crítico hacia las desviaciones de los procesos. Amén fue la consigna de entonces.
Frente a la ausencia de construcción de poder popular, de control obrero de la producción, de socialización de las empresas a manos de los trabajadores, de fiscalización por los sectores populares de las instituciones de la mal llamada revolución, lo que se impuso durante los años de los altos precios del petróleo fue la financiación de los servicios públicos y las rentas.
El comandante Chávez, cuando aún había confianza en el modelo bolivariano, fue liberado del golpe de Estado no tanto por sus oficiales y soldados como por los desheredados de los cerros que creían en lo que él representaba. Éste, que nunca fue un marxista ni un revolucionario sino un populista con voluntad socialdemócrata auténtica (no de eso que la pobreza intelectual llama socialdemocracia) intentó acabar con el poder económico de una oligarquía fascista y próxima estratégicamente a los intereses del imperialismo norteamericano. Pero el susto paralizó el intento transformador.
Aún se sostuvo cierta ficción de voluntad transformadora por la movilización social que el carisma del comandante facilitaba a su alrededor pero el proceso, que ya no era proceso, porque nunca tuvo un proyecto decidido hacia el socialismo y la toma, que no ocupación del poder del Estado burgués para destruirlo y crear uno de los sectores populares, estaba ya entonces en vía muerta. El propio PSUV no era sino una amalgama de intereses contrapuestos entre el populismo, el nacionalismo y cierta retórica socialista, incapaz de orientar a la sociedad venezolana.
Cuando llegaron las horas difíciles, descendieron los ingresos del Estado y de la economía, no solo por un sabotaje, la falta de conciencia entre las clases subalternas, educadas no en la socialización del poder sino en la subvención de los servicios, llevó a sectores importantes de los trabajadores y del pueblo venezolanos a extrañarse de unas instituciones que ya no representaban en nada al proyecto original en el que confiaron y por el que pelearon. Cuando no tienes pan has de de dar, al menos, la confianza en que aquello por lo que pides sacrificio a otros les pertenece porque es suyo.
La temprana muerte de Chávez dio paso al más mediocre, pusilánime y pobre intelectualmente de sus posibles sucesores: Nicolás Maduro, un pésimo imitador de las formas y la retórica de Chávez.
Como gobernante demostró su plena incapacidad, como personaje se convirtió en un ser risible al que solo los aduladores profesionales que tenían algo que ganar y poco espacio al que retroceder podían seguir manteniendo.
Dividió al poder bolivariano, enfrentando instituciones del Estado. Permitió que dentro del ejército, que había sido depurado en su día por Chávez, crecieran los sectores reaccionarios, dejó que se dilapidara el capital político chavista por su inacción y su pusilanimidad, se negó a dar un golpe de fuerza, a ilegalizar a los partidos de la MUD y a ejercer una represión revolucionaria decidida y completa contra los sectores fascistas de los poderes económicos, mediáticos e ideológicos, apoyándose en una posición de clase contra clase, ejercida no por la policía del Estado sino por los trabajadores venezolanos. En definitiva, se fue aislando de las corrientes a la izquierda del PSUV y del Estado, como el PCV (sobre el que llegó a planear la sombra de la ilegalización) y otros y se encerró en unas amenazas de matón de barrio sin valor para llevarlas a cabo y en una creciente incapacidad de dirección política, toma de decisiones y sentido de la oportunidad y de la necesidad de actuar.
Los sectores populares desgajados de la propuesta bolivariana no lo hicieron porque apoyasen las protestas de los criminales de la ultraderecha venezolana a sueldo de la vieja oligarquía (no podían  hacerlo, sabedores de cómo esta les despreciaba) sino que simplemente dejaron el vacío en las calles de la fuerza social en que se asentaba el gobierno, mostrando de ese modo su debilidad.  
La revolución que nunca existió y el proceso interrumpido a los pocos años de empezar a andar han muerto con la liberación del criminal más simbólico de toda la ultraderecha venezolana, Leopoldo López, bajo la protección del Papa y de un tipejo infame como Zapatero . A partir de ahora veremos a la burocracia y a la dirigencia bolivariana intentar un pacto contra natura y de última hora, al estilo del que hizo el corrupto Ortega en Nicaragua, con los sectores más reaccionarios de la vieja oligarquía nicaragüense.
Toda revolución tiene su Thermidor cuando no se afirma sobre sí misma, sobre su base social y su proyecto político. Cuando no es revolución, ni siquiera es Thermidor, es simplemente farsa lo que le sucede. El problema es que, aunque sea solo ópera bufa lo que venga tras ella, los sectores populares que estuvieron comprometidos en la lucha por la transformación de Venezuela no pueden pactar. Sobre ellos caerá la represión pero eso a los Maduros y Cabellos les importará muy poco.
Algunos celebramos en este año la revolución de Octubre. La diferencia entre los bolcheviques y los bolivarianos actuales no está simplemente en la comparación imposible entre Lenin y Maduro, ni en la diferencia entre sus tallas intelectuales y políticas, sino en algo fundamental: la voluntad revolucionaria frente al menchevismo de la opereta venezolana, la construcción de un poder popular en en que asentarse frente al negarlo y esperar fidelidad acrítica y la falta de decisión para tomar el poder , en lugar de limitarse a ocuparlo.   

9 de julio de 2017

EN LA TUMBA DE LEOPOLD TREPPER

Michel Warschawski. El porteño

A iniciativa de mi joven amigo, el documentalista Eran Torbiner, fuimos hace unas semanas a recogernos ante las tumbas de Leopold Trepper y de su compañera y cómplice Luba Brojde. Fue precisa toda la habilidad de Eran para encontrar el emplazamiento de sus tumbas en el inmenso cementerio judío de Jerusalén.

El mismo día, aún conmovido, conté a mi hija Talila, una joven cultivada y erudita, lo que acababa de hacer. Talila no había oído nunca hablar ni de Leopold (Leib) Trapper ni de la Orquesta Roja. Inmediatamente he descubierto que para la juventud israelí de su generación el nombre del jefe de la Orquesta Roja no significaba absolutamente nada. Asumo la entera responsabilidad de la falta de transmisión a mis hijos, pero la ignorancia generalizada de su generación -así como, por otra parte, de la que la precede- es un problema de sociedad y un fracaso del sistema educativo israelí. ¿Fracaso? Más bien una opción: un judío comunista que además fue un espía soviético, no es un ejemplo para la juventud israelí.

La Orquesta Roja fue una red de espionaje soviético activa durante la Segunda Guerra Mundial en Francia, Bélgica, Países Bajos y Dinamarca bajo la ocupación nazi, pero también en Berlín, en el corazón del régimen. Está admitido que pocas redes de espionaje fueron tan eficaces como la Orquesta Roja, cuyos agentes habían logrado infiltrarse en la máquina de guerra alemana y recoger así informaciones de primera mano. El Almirante Canaris, jefe del contraespionaje nazi, hizo el balance de los daños provocados por la Orquesta Roja, declarando que “al menos 200 000 soldados sucumbieron como consecuencia de la actividad de la Orquesta Roja”.

Si Stalin y los burócratas de sus servicios de espionaje hubieran tenido más confianza en esta red compuesta esencialmente de judíos internacionalistas (dos características poco apreciadas en Moscú), no habrían tenido que pagar el precio colosal de la invasión alemana en 1941: Trepper y sus amigos habían transmitido a sus jefes la fecha exacta de la Operación Barbarroja, pero en Moscú creyeron que era una operación de intoxicación británica.

La realidad de la Orquesta Roja supera todas las ficciones, incluyendo la evasión de Trepper de las oficinas de la Gestapo, cuando su red fue descubierta. Pero no se trataba de espías clásicos: Trepper y sus camaradas eran en primer lugar militantes comunistas para quienes el antifascismo era visceral, y el hecho de que la mayoría de entre ellos fueran judíos, hacía de su combate una lucha personal contra el nazismo. Esto explica, en parte, la desconfianza que reinaba entre los miembros de la red y los servicios de espionaje de Moscú y los arreglos de cuentas tras la guerra.

En 1945 Trepper fue llamado a Moscú adonde acudió con otros heraldos de la lucha antinazi en el avión personal de Stalin. Pero no fue la medalla de heraldo de la Unión Soviética la que le esperó, sino los calabozos de la siniestra Lubianka, donde pasó diez años. Comparado a los demás que fueron casi todos asesinados, se puede decir que no le salió del todo mal.

Como consecuencia de la ola de antisemitismo en Polonia en 1968, Trepper abandonó su país para ir a Francia, y luego a Israel, donde vivió con Luba en un modesto piso de protección oficial del barrio Kiryat Hayovel de Jerusalén, donde me reuní con él dos veces. En su entierro en 1982 no había más que una docena de personas -vecinos esencialmente- y, evidentemente, ningún representante oficial del Estado de Israel. Eran ha consultado el Waze: no hay ninguna calle con el nombre de Trepper o de la Orquesta Roja. A una quincena de kilómetros de Jerusalén, se ha plantado un bosquecillo con el nombre “La Orquesta Roja”, con estelas con los nombres de algunos de sus miembros.

Trepper, Hillel Katz, Zocha [Yehudith Kafri] y sus compañeros y compañeras son los verdaderos heraldos del pueblo judío en el siglo XX, no Joseph Trumpeldor o Meir Hartzion. Pero, ¿quién les menciona en los medios o en los programas escolares?

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG
La historia de Leopold Trepper, Harro Schulze-Boysen, Arvid y Falk Harnack, Mildred Fish Harnack, Hilde Rake, Hans Coppi y tantos héroes de entre sus camaradas comunistas de la Orquesta Roja me impresionaron hondamente hace casi 15 años, cuando la leí por primera vez. Aquella abnegación y sacrificio de revolucionarios y antifascistas me tocó hondamente por su lealtad a la causa por la que tantos de ellos sacrificaron sus vidas. Publicar este texto en blog es un homenaje a todos ellos. 

Sé que algún párrafo del texto molestará a quienes niegan ciertos aspectos de la historia de aquella época tal y como sucedió y que intentan reescribirla. Me niego a mutilarlo porque responde a la realidad de los hechos y porque jamás hice tal cosa. No es propio de comunistas. 

Les dejo el enlace al libro completo de Gilles Perrault, “La Orquesta Roja”. Espero que les emocione y sobrecoja como a mí me sucedió al leerla. Estamos en tiempos en los que carecer de memoria es propio de criminales y de estúpidos.